Un alemán honrado pero estúpido, patriota y gran aficionado a todo lo hermoso, abrió una vez cierto libro ruso y leyó en la pag. 83 lo siguiente: “Era el atardecer… El sol se ponía y cubría la tierra de un púrpura dorado. Un céfiro ligero agitaba suavemente el centeno maduro. En el aire era el concierto del atardecer… Los pájaros cantaban… En el azul del cielo flotaba inmóvil la alondra, y trinaba su canción sonora. En la hierba los grillos chirriaban, los violinistas tocaban su canción monótona… Por las hojas brillantes de rocío, se arrastraban las vaquitas de San Antonio… Las preciosas mariposas revoloteaban de flor en flor…” Esta descripción poética produjo una fuerte impresión en el aficionado a todo lo hermoso… Tras suspirar profundo, tomó en sus manos el diccionario alemán-ruso y emprendió la traducción… La traducción salió exacta, literal, como todo lo alemán… El honrado patriota, no obstante, no se satisfizo con una traducción. Se inspiró otra vez, tomo en su mano el lápiz y creó… Tras crear, bebió cerveza…
Su creación la ofrecemos al escrutinio de los admiradores de la buena pintura1.
1Ver paisaje absurdo de Nikolai Chejov en Obras completas, Antón Chejov, t. 2, pag. 283.
Título original: Die russische natur, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 39, con dibujo de Nikolai Chejov y la firma: “A. Chejonté”.
Imagen: Ivan Shishkin, Pond in a Old Park. Study, 1898.
Su creación la ofrecemos al escrutinio de los admiradores de la buena pintura1.
1Ver paisaje absurdo de Nikolai Chejov en Obras completas, Antón Chejov, t. 2, pag. 283.