domingo, 13 de abril de 2008

Placer veraniego


El funcionario de la cancillería de deslinde Chudakóv, y cierto Kosinúsov, nadaron en silencio hacia el baño de las mujeres y, tras escoger la rendija más ancha, empezaron a observar.
-Ésa seguro está aquí –murmuró Kosinúsov.
–Pero yo no la veo.
-Y yo la veo... En el rincón derecho, está sobre la sábana...
-Sí, sí... la veo... Qué diablos...
-¡Y está llena!
-No hallo... Más o menos, a la mitad... en la misma, lo que se llama, proporción. ¿Cómo podría llegar a ella, qué diablos?
-No vale la pena enredarse, hermano... ¡Que se vaya al diablo!
-Nadie lo va a saber... me zambullo, Mísha...
-Te vas a romper la cabeza con el fondo... No te zambullas...
-Yo me meto así, a través del baño, y así...
Kosinúsov puso un pie sobre el travesaño y se metió...
Los ojos de Chudakóv, que no se apartaban de la rendija, ardieron de envidia.
Pero aquí, para no aumentar la desilusión del lector, me apresuro a terminar: se trataba de una botella de licor que una hora antes, al bañarse, había extraviado la mamásha de Kosinúsov y que, al salir del baño, olvidó llevarse consigo. Moraleja: también los jóvenes pueden ser borrachos.

Título original: Dachnoe udovolstvie, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 24, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Gustave Caillebotte, Bañistas, 1878.