sábado, 24 de mayo de 2008

La plática del hombre con el perro


Era una noche de luna helada. Alexéi Ivánich Románsov se espantó un diablito verde de la manga, abrió la portezuela con cuidado y entró al patio.
-El hombre –filosofaba él, evitando el hueco del muladar y tambaleándose, –es polvo, espejismo, ceniza... Pável Nikoláich es el gobernador, pero él es ceniza también. Su aparente grandeza es sueño, humo... Soplas una vez, ¡y no está!
-Rrrr... –llegó a los oídos del filósofo.
Románsov miró al costado y vio, a dos pasos de sí, a un enorme perro negro, de la raza de los mastines de la estepa y del tamaño de un buen lobo. Estaba sentado junto a la perrera de la portería y hacía resonar la cadena. Románsov le echó una mirada, pensó un poco y expresó asombro en su rostro. Después, se encogió de hombros, movió la cabeza y sonrió con tristeza.
-Rrrr... –repitió el perro.
-¡Noo entiendo! –abrió los brazos Románsov. -¿Y tú... tú puedes gruñirle a un hombre? ¿Ah? Por primera vez en la vida lo oigo. Que me pegue Dios... ¿Pero acaso tú no sabes, que el hombre es la cúspide del universo? Tú mira... Yo me voy a acercar a ti... Mira aquí... ¿Pues yo soy un hombre? ¿Qué tú opinas? ¿Yo soy un hombre o no soy un hombre? ¡Explícame!
-Rrrr... ¡Guau!
-¡La pata! –le extendió Románsov la mano al perro. -¡La paata! ¿No me la da? ¿No lo desea? Y no hace falta. Así lo vamos a apuntar. Y por ahora permítame por el hocico... Yo con cariño...
-¡Guau! ¡Guau! Rrr.. ¡guau! ¡Guau!
-Aaah... ¿tú muerdes? Muy bien, bueno. Así lo vamos a recordar. Entonces, ¿a ti no te importa que el hombre es la cúspide del universo... el rey de los animales? Entonces, ¿de esto sigue, que a Pável Nikoláich tú puedes morderlo también? ¿Sí? Ante Pável Nikoláich todos caen boca abajo, y para ti qué es él, si no otro objeto, ¿te da lo mismo? ¿Así acaso te entiendo? Aah... ¿Así, por lo tanto, tú eres socialista? Espera, tú respóndeme... ¿Tú eres socialista?
-Rrr... ¡guau! ¡guau!
-Espera, no muerdas... ¿De qué, este, yo? Ah sí, de la ceniza. Soplas, ¡y no está! ¡Pff! ¿Y para qué vivimos, pregunto? Nacemos entre dolores de la madre, comemos, bebemos, pasamos las ciencias, morimos... ¿y para qué todo esto? ¡Cenizas! ¡No vale nada el hombre! Tú eres pues un perro, y no entiendes nada, ¡pero si tú pudieras... meterte en el alma! ¡Si tú pudieras penetrar en la psicología!
Románsov movió la cabeza y escupió.
-Una suciedad... Te parece que yo, Románsov, el secretario colegiado... soy el rey de la naturaleza... ¡Te equivocas! ¡Yo soy un parásito, un sobornado, un hipócrita!.. ¡Yo soy un vil!
Alexéi Ivánich se golpeó el pecho con el puño y rompió a llorar.
-Un soplón, un murmurador... ¿Tú piensas, que a Yegórka Korniúshkina la corrieron no por mí? ¿Ah? ¿Y quién, permítame preguntarle, le estafó los doscientos rublos al comité y se los cargó a Surgúchov? ¿Acaso no yo? ¡Vil, fariseo... Judas! ¡Alcahueta, exacionista... degenerado!
Románsov se limpió las lágrimas con la manga y empezó a sollozar.
-¡Muérdeme! ¡Cómeme! Nadie me ha dicho una palabra sensata desde que nací... Todos, en su alma, sólo me consideran un canalla, y a los ojos, excepto elogios y sonrisas, ¡ni-ni! ¡Si alguna vez alguien me pegara por la jeta y me insultara! ¡Cómeme, perro! ¡Muérdeme! ¡Rrrompe al anatema! ¡Zámpate al traidor!
Románsov se tambaleó y cayó sobre el perro.
-¡Así, así mismo! ¡Rómpeme la jeta! ¡No me da lástima! Aunque me duela, no te apiades. ¡Toma, muérdeme las manos también! ¡Ajá, corre la sangre! ¡Así te hace falta, schmerz1! ¡Así! Merci, galopín o, ¿cómo te llamas? Merci... Rómpeme la pelliza también. Da lo mismo, es un soborno... Vendí al prójimo, y me compré una pelliza con el dinero ganado... Y la visera con la cucarda también... Pero, ¿de qué, este, yo?.. Es hora de irse... Adiós, perrito... pilluelo...
-Rrrr.
Románsov acarició al perro y, tras dejarle morderlo una vez más por la pantorrilla, se arropó con la pelliza y, tambaleándose, caminó con lentitud hacia su puerta...
Al despertarse al otro día de mediodía, Románsov vio algo excepcional. Su cabeza, manos y piernas estaban vendados. Junto a la cama estaban parados la esposa llorosa y el doctor preocupado.

1Schmerz (expresión injuriosa), alemán, salchichero.

Título original: Razgovor chelovieka s sobakoi, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1885, Nº 10, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen:
Constant Troyon, Guardabosques parado junto a sus perros, 1854.