sábado, 3 de mayo de 2008

Chejov a A.S. Suvórin


Moscú, 23 de diciembre de 1888.

Querido Alexéi Serguéevich, la pieza1 la recibí ayer a las 8 de la noche, pero no dos días antes, como usted prometió y como era menester. Nikúlina2 se apura como una posesa, y cada hora de demora le malogra un pud3 de sangre. Ayer no hubo enviado de su parte. Mala señal. Temo, que no resistió y ordenó rescribir los papeles por el viejo ejemplar.
Ayer le envié a ella los ejemplares, reteniendo conmigo el ejemplar de la vieja redacción: temo que los confundan. Hoy estuvo en la casa su enviado con la invitación de comparecer a las 5 horas. Ayer le escribí a ella: “Si los sres. artistas desean hacer algunos cambios y omisiones, pues el autor (o sea usted) les concede una absoluta libertad de acción. Él ruega dejar intactos sólo ciertos lugares, señalados por él en una carta a mí”. Yo voy a salvar sólo a Adáshev4, eso es suficiente para que toda la pieza sea salvada de la devastación. Una vez que Adáshev hable Riépina5, por fuerza, tendrá que responderle.
Leí su pieza de nuevo. En ésta hay mucho bueno y original, algo que no había antes en la literatura dramática, y mucho no bueno (por ejemplo, el lenguaje). Sus virtudes y defectos son tal capital, con el que se podría lucrar, si tuviéramos crítica. Pero ese capital va a yacer en vano, improductivo hasta que no envejezca y caiga en desuso. Crítica no hay. El inflador de plantilla Tatíschev6, el burro Mijniévich7 y el indiferente Buriénin8, ahí tiene toda la fuerza crítica rusa. Y escribir para esa fuerza no vale la pena, como no vale la pena darle a oler unas flores a quien tiene coriza. Hay instantes cuando yo, positivamente, pierdo el ánimo. ¿Para quién y para qué escribo? ¿Para el público? Pero yo no lo veo, y creo en éste menos que en el duende: éste no es instruido, es mal educado, y sus mejores elementos son poco conscientes, y no sinceros respecto a nosotros. Soy necesario a ese público o no soy necesario, no lo puedo entender. Buriénin dice que no soy necesario y que me dedico a las tonterías, la academia me dio el premio, el mismo diablo no entendería nada. ¿Escribir por dinero? Pero yo nunca tengo dinero, y a éste, por la costumbre de no tenerlo, soy casi indiferente. Por dinero yo trabajo con indolencia. ¿Escribir para los elogios? Pero éstos sólo me irritan. La sociedad literaria, los estudiantes, Yevréinova9, Pleschéev, las señoritas y demás, elogiaron mi Recaída al máximo, pero la descripción de la primera nieve la advirtió sólo Grigoróvich10. Y demás y demás. Si tuviéramos crítica, entonces yo sabría que compongo un material, bueno o malo, da lo mismo; que para la gente dedicada al estudio de la vida, yo soy tan necesario como una estrella para un astrónomo. Y entonces intentaría trabajar y sabría para qué trabajo. Pero ahora yo, usted, Murávlin11 y demás parecemos unos maniáticos, que escribimos libros y piezas por placer propio. El placer propio, por supuesto, es una cosa buena; éste se siente mientras escribes, ¿y después? Bueno… cierro la válvula. En una palabra, me ofendo por Tatiana Riépina, y me da lástima no porque se envenenó, sino porque vivió su vida, murió sufridamente y fue descrita totalmente en vano, y sin ningún provecho para la gente. Un montón de tribus, religiones, lenguas y culturas desapareció sin dejar huella, desapareció porque no había historiadores ni biólogos. Así desaparece ante nuestros ojos un montón de vida y de obras de arte, gracias a la absoluta ausencia de crítica. Dirán que los críticos, entre nosotros, no tienen nada que hacer, que todas las obras modernas son ínfimas y malas. Pero esa es una visión estrecha. La vida se estudia no sólo por los más, sino también por los menos. La sola convicción, de que los años ochenta no dieron ni un solo escritor, puede servir de material para cinco tomos.
Los cambios en la pieza no son demasiado notables. De interrumpir el monólogo, si lo va a leer Liénskii12, no hay una necesidad en particular. Aunque con eso, por lo demás, es posible, ganará Riépina. Para un joven fatigado con la vida, no es convincente ningún argumento, ninguna referencia a Dios, a la madre, y demás. La fatiga es una fuerza con la que se debe contar. Además de eso, a Riépina le duele el estómago de modo insufrible. ¿Acaso puede ella, callada y sin fruncir el ceño, escuchar el largo monólogo? No. Su frase: “No eso, no eso usted dice…” –está bien escogida, y la frase de la pag. 139: “Para la vida, para la vida…” no la entiendo. No es necesario que ella convenga con Adáshev. Si el dolor la obliga a desear vivir, pues yo entiendo, pero en la fuerza de las palabras de Adáshev yo no creo. Y además, no es necesario que él esté convincente. La adición sobre la caricia de su madre… “estoy sola, sola” está bien. Merci. El monólogo con las flores (1 escena) es corto, podría ser más largo y jugoso. En el lenguaje de su Riépina no hay casi una frase jugosa. El final del III acto está en manos de Yermólova13. En vano Tatiana emplea la palabra “maldito” a menudo: el ofensor es un maldito, el judío es un maldito… En el I acto las nuevas palabras de Riépina, sobre que ella es más generosa, son buenas y a propósito, pero el cuento de Kotiélnikov14 sobre el vellocino de oro está escogido de modo arbitrario, y constituye un ornamento superfluo.
Ahora recibí su carta. La ausencia de Sásha15 al final del IV acto le saltó a usted a los ojos bruscamente. Así es necesario16. Que todo el público advierta que Sásha no está. Usted insiste en su aparición: las leyes de la escena, dice, lo exigen. Está bien, que aparezca, pero ¿qué va ella pues a decir? ¿Qué palabras? Esas señoritas (ella no es una muchacha, sino una señorita) hablar no saben y no deben. La anterior Sásha podía hablar y era simpática, pero la nueva, con su aparición, sólo irritará al público. Pues no puede ella lanzarse al cuello de Ivánov17 y decirle: “¡Yo lo amo!” Pues ella no lo ama y confesó eso. Para sacarla al final, hay que rehacerla toda desde el mismo principio. Usted dice que no hay ni una mujer, y que eso seca el final. Estoy de acuerdo. Podrían aparecer al final e interceder por Ivánov sólo dos mujeres, que en realidad lo amaron: su madre carnal y la judía. Pero ya que ellas, ambas murieron, pues la conversación no puede ser. El huérfano que se quede huérfano, al diablo con él.
De El oso se imprime una segunda edición18. Y usted dice que yo no soy un dramaturgo excelente. Inventé para Sávina, Davídov19 y los ministros un vodevil, bajo el título de El trueno y el rayo20. Durante una tormenta, en la noche, obligo al médico rural Davídov a pasar por casa de la señorita Sávina. A Davídov le duele la muela, y Sávina tiene un carácter insufrible. Interesantes conversaciones, interrumpidas por los truenos. Al final lo caso. Cuando me agote de escribir, pues me pondré a escribir vodeviles y a vivir de éstos. Me parece que los podría escribir por cientos al año. De mí sale una varilla de sujetos de vodevil, como el petróleo de las entrañas de Bakínskii. ¿Por qué no puedo darle mi parcela petrolera a Scheglóv?
Le envié a Judekóv21 por cien rublos un cuento22, que le ruego no leer: me da vergüenza por éste. Ayer me senté por la noche, a escribir un cuento infantil23 para el Tiempo nuevo, pero apareció una mujer y me arrastró a un Festejo al poeta Pálmin24, quien, en estado de ebriedad, se cayó y se partió la frente hasta el hueso. Lidié con él, con el borracho, una hora y media-dos, me fatigué, apestaba a yodo, me enfurecí y regresé a la casa fatigado. Hoy para escribir ya era tarde. En general se vive aburrido, y empiezo a odiar por momentos, algo que antes conmigo nunca sucedía. Las largas, estúpidas pláticas, las visitas, los solicitantes, las limosnas de uno, dos y tres rublos, los gastos con los cocheros en aras de los enfermos, que no me dan ni un grosh, en una palabra, un barullo tal, como para huir de la casa. Me toman prestado y no me devuelven, los libros se los llevan, mi tiempo no lo aprecian… Sólo falta un amor desdichado.
Regresé de Nikúlina. Cuando el papel de Oliénina25 ya le había sido dado a Lieshkóvskaya26, Fedótova27 expresó el deseo de tomar ese papel, pero ya era tarde. ¡Ve, qué honor le hacen por todas partes! Hasta quienes lo odian buscan complacerlo. A Kotiélnikov lo interpreta Sadóvskii28. Está decidido. Góriev29 cede, pero aún no cedió. Sus breves líneas influyeron en él. Yúzhin30 está asido por los pelos, pero le gusta a las damas. ¡Usted ya demasiado! Él en Sabínin31 estará 1000 veces mejor que Dálmatov32. Zonnenshtein33 es Právdin34. Raiza35 es Miedviédeva36. Sadóvskaya37 no sabe interpretar a las judías, y Miedviédieva es una maestra por esa parte. Ella le gustará a usted. Advótia38 fue dada a Rikálova39. Nikúlina deplora, que su papel es demasiado corto para una beneficiada. Es verdad. El beneficio será el 16 de enero. ¡Agréguele pues algo a Nikúlina! Hasta el 16 alcanzará a escribir dos-tres variantes y enviarlas. Aumente para Nikúlina 2, 3 y 4 actos. Que en el II hable un poco con Sabínin de amor y de hombres, con ligereza y vivamente, de forma humorística. Usted escribirá las variantes de las escenas, las enviará a la censura, eso es todo, y después del beneficio éstas se pueden arrojar. Le di mi palabra a Nikúlina, de que le suplicaría a usted. Déjela hablar al final del IV acto. Que ayee o algo parecido.
Espero que usted vendrá para el 16 de enero. Si no va a estar, pues los actores se ofenderán. Ellos abrigan por usted un buen sentimiento, y quienes lo odian, de todas formas lo estiman y aprecian. Actuarán mejor que los alexandrianos. Por lo menos, el grupo será mejor. Después del segundo ensayo voy a ver a Liénskii y le hablo de las reducciones, como si los actores las fueran a necesitar.
Esta carta la recibirá el primer día de Navidad. Significa, que lo felicito por las fiestas. Descanse. Mi hermana lo reverencia a usted, a Anna Ivánovna40 y a los niños. Yo también lo reverencio profundamente y quedo extrañándolo.

A. Chejov.

El material para Entre chiquillos41 se lo mandaré en las fiestas. Saldrá un buen libro. Recogeré asimismo material para el tercer libro de Cuentos. Los canallas amigos-pintores me plantaron con Kashtánka. Hasta ahora los dibujos no están listos.
A El Heraldo del norte le daré el cuento en marzo, hasta marzo pues voy a escribir sólo para usted. Le doy mi palabra. Me da vergüenza. Hacia año nuevo mandaré un cuento infantil, y en enero La princesa.

1Tatiana Riépina, estrenada en el teatro Máli de Moscú, el 16 de enero de 1889 en beneficio de Nadiézhda Nikúlina.
2Nadiézhda Nikúlina, actriz del teatro Máli.
3Pud, antigua medida de peso rusa, igual a 16,3 kg.
4Adáshev, personaje de Tatiana Riépina.
5Tatiana Riépina, personaje principal de la pieza.
6Serguéi Tatíschev, periodista, colaborador de los periódicos Tiempo nuevo y El Heraldo ruso.
7Vladímir Mijniévich, crítico literario, colaborador de Novedades y de La gaceta de la bolsa.
8Víctor Buriénin, literato, dramaturgo, crítico literario, colaborador del periódico Tiempo nuevo.
9Anna Yevréinova, redactor-editor de la revista El Heraldo del norte.
10Dmítrii Grigoróvich, escritor conocido, autor de Los pescadores y Los emigrantes, entre otros relatos.
11Dmítrii Golítzin (de seudónimo “Murávlin”), literato, miembro del Consejo estatal.
12Alexánder Liénskii, actor y director, pedagogo teatral.
13María Yermólova, actriz del teatro Máli.
14Kotiélnikov, personaje de Tatiana Rpina.
15Sásha, hija de Liébediev, personaje de Ivánov.
16Chejov rehace Ivánov para el Teatro Alexandrínski de San Petersburgo, amortigua los elementos cómicos e intensifica los dramáticos.
17Nikolai Ivánov, miembro del Consejo de Asuntos del campesinado, personaje principal de Ivánov.
18En La Biblioteca teatral, de S.F. Rassójin.
19Vladímir Davídov (Goriélov), actor del teatro de Korsh y del teatro Alexandrínski.
20El vodevil El trueno y el rayo no es escrito.
21Serguéi Judekóv, periodista, editor-redactor de La Gaceta de Petersburgo.
22El zapatero y la fuerza impura, publicado en La Gaceta de Petersburgo (1888, Nº 255, con la firma: “An. Chejov”).
23Cuento infantil.
24Liódor Pálmin, poeta y traductor.
25Oliénina, personaje de Tatiana Riépina.
26Elena Lieshkóvskaya, actriz del teatro Máli.
27Glikéria Fedótova, actriz del teatro Máli.
28Mijaíl Sadóvskii, actor del teatro Máli.
29Fiódor Góriev, actor del teatro Alexandrínski y del teatro Máli.
30Alexánder Yúzhin (príncipe Sumbátov), actor, dramaturgo, hombre de teatro.
31Sabínin, personaje de Tatiana Riépina.
32Vasílii Dálmatov (Lúchich), actor del teatro Alexandrínski.
33Zonnenshtein, personaje de Tatiana Riépina.
34Ósip Právdin (Treileben), actor del teatro Máli y del teatro Alexandrínski.
35Raiza, personaje de Tatiana Riépina.
36Nadiézhda Miedviédeva, actriz del teatro Máli.
37Olga Sadóvskaya, actriz del teatro Máli.
38Advótia, personaje de Tatiana Riépina.
39Nadiézhda Rikálova, actriz del teatro Máli.
40Anna Ivánovna, esposa de Alexéi Suvórin.
41Chejov incluye en Entre chiquillos seis cuentos sobre niños.

Imagen:
Alfred Sisley, Invierno, Efecto de nieve,