jueves, 22 de mayo de 2008

El adicto


Veinte años se dispuso el director de la vía férrea Z.-B-.J. a sentarse a su escritorio y, finalmente, hace dos días, se dispuso. Media vida la idea ardiente, punzante e inquieta había girado en su cabeza, tomado una forma decente, redondeado, detallado, crecido y, finalmente, había adquirido la magnitud de un proyecto grandioso... Él se sentó a la mesa, tomó la pluma en su mano e... ingresó al espinoso camino de la autoría.
La mañana era serena, radiante, helada... En las habitaciones era cálido, cómodo... En la mesa había un vaso de té que humeaba levemente... No tocaban, no gritaban, no se colaban con pláticas... ¡Es excelente escribir en ese ambiente! ¡Toma la pluma en la mano y pasea a tu gusto!
Al director no le hacía falta pensar mucho para empezar... En su cabeza hacía tiempo ya que todo estaba empezado y terminado: ¡sólo sabe copiar del cerebro al papel!
Él frunció el ceño, apretó los labios, aspiró un chorro de aire y escribió el título: Unas palabras en defensa de la prensa. El director amaba la prensa. Le era fiel con toda su alma, con todo su corazón y todos sus pensamientos. Escribir su palabra en defensa de ella, decir esa palabra en voz alta, para que todos la oyeran, ¡era para él su sueño preferido, veintenario! Él le debía mucho a ella: su desarrollo, su descubrimiento de los abusos, su puesto... ¡mucho! Había que agradecerle... Y además, quería ser autor siquiera por un día... A los escritores, aunque los criticaban, de todas formas los veneraban... En particular las mujeres... Hum...
Tras escribir el título, el director expiró el chorro de aire y escribió en un minuto catorce líneas. Le salió bien, llano... Empezaba en general sobre la prensa y, tras escribir media hoja, empezó a hablar de la libertad de prensa... Él exigía... Las protestas, los datos históricos, las citas, las sentencias, los reproches y las burlas brotaban de su pluma aguda.
“Nosotros somos liberales –escribía. -¡Atrévanse con ese término! ¡Búrlense! Pero nosotros estamos orgullosos, y vamos a estar orgullosos de ese alias por ahora...”
-¡Trajeron los periódicos! –informó el lacayo...
A las diez de la mañana, el director comúnmente leía los periódicos. Y por esta vez no cambió su costumbre. Tras abandonar la escritura, se levantó, se desperezó, se extendió en el sofacito y la emprendió con los periódicos. Tras tomar en sus manos El tiempo nuevo, sonrió con desprecio, recorrió con sus ojos el editorial y, sin leerlo hasta el final, lo dejó.
-Flor de Demidron...1 –rezongó. -¡Yo les voy a rrrecetar!
Tras expeler El tiempo nuevo al butacón, el director la emprendió con La voz. Sus ojos se encendieron con un buen sentimiento, en sus mejillas bailó el rubor. Le gustaba La voz, y él mismo, alguna vez, había escrito en ésta.
Leyó el editorial y las noticias menores... Recorrió el folletín... Mientras más leía, más aceitosos se hacían sus ojos. Leyó Entre periódicos y revistas... Se saltó hasta la tercera página...
-Sí, sí. Así... Y yo sobre esto recordé... ¡Cierto, totalmente cierto!.. Hum. ¿Y esto sobre qué es?
El director entornó los ojos...
“A la vía férrea Z.-B-.J. –empezó a leer, -ha ingresado por estos días, para su elaboración, un proyecto bastante extraño... El creador de ese proyecto es el mismo director de la vía, el anterior...”
A la media hora de la lectura de La voz, el director, rojo, sudado, trémulo, estaba sentado a su escritorio y escribía. Escribía una “orden sobre la línea”... En esa orden se recomendaba no suscribirse a “ciertos” periódicos y revistas...
Junto al director enojado yacían unos trozos de papel. Esos trozos, media hora antes, constituían unas palabras en defensa de la prensa...
¡Sic transit gloria mundi2!

1Flor de Demidron, alias del periódico El tiempo nuevo, de Alexéi Suvórin. Demidron, restaurante de San Petersburgo.
2¡Sic transit gloria mundi!, ¡Así pasa la gloria del mundo! Palabras (quizás de la Imitación de Cristo, I, 3, 6) dirigidas al Soberano Pontífice en el momento de su elevación.

Título original: Rievnitiel, publicado por primera vez en la revista Zritiel, 1883, Nº 12, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Mikhail Nesterov, Portrait of Alexey Severtsov, 1934.