El inspector de policía, Semión Ilích Práchkin, caminaba por su habitación de una esquina a la otra, e intentaba ahogar dentro de sí una sensación de desagrado. Ayer había ido por un asunto a la casa del jefe militar, se había sentado a jugar a las cartas sin intención, y había perdido ocho rublos. La suma era ínfima, baladí, pero el demonio de la avaricia y la codicia estaba sentado en la oreja del inspector, y le reprendía por el derroche.
-"¡Ocho rublos, qué importancia! –ahogaba Práchkin al demonio dentro de sí. –La gente pierde hasta más, y no importa. Y además pues, el dinero es un asunto reparable… Fuiste una vez a la fábrica o a la taberna de Rílov, ¡ahí tienes todos los ocho, hasta más aún!"
-“Es invierno… El campesino triunfante…” –aprendía de memoria de modo monótono, en la habitación contigua, el hijo del inspector, Vánia. –“El campesino triunfante… emprende el camino…”
-"Y desquitarse se puede…" ¿Qué es eso de 'triunfante' ahí?"
-“El campesino triunfante emprende el camino… emprende…”
-“Triunfante… -continuaba cavilando Práchkin. –Si le pegaran unos diez de los calientes, pues no triunfaría mucho. En lugar de triunfar, sería mejor que pagara el tributo puntualmente… ¡Ocho rublos, qué importancia! No son ocho mil, siempre se puede desquitarse…"
-“Su caballo, olfateando la nieve… olfateando la nieve, se arrastra al trote de algún modo…”
-"¡Todavía va a arrancar al galope! ¡Un trotador apareció, dime por bondad! El penco es un penco… Un mujík irracional, le gustaría estar borracho, va a arrear al caballo, y después, cuando se caiga en un hueco o un abismo, entonces batalla con él…¡Galópame a mí, y te voy a recetar un aguarrás, que en cinco años no te vas a olvidar!.. ¿Y para qué, éste, salí con la chiquita? Si hubiera salido con el as de trébol, no estaría sin los dos…"
-“Reventando las bridas velludas, vuela el carro osado… reventando las bridas velludas…”
-"Reventando… Reventando las bridas… las bridas… ¡Dice pues cada cosa! ¡Permiten pues escribir, perdona señor! ¡Y el diez, en esencia, lo hizo todo! ¡Lo trajeron los diablos pues, no en tiempo!"
-“Aquí corre un chico de la servidumbre… un chico de la servidumbre, sentando a Zhúchka en el trineo… sentando…”
-"Por lo tanto se hartó, si corre y hace travesuras… Y los padres no tienen eso en la mente, de sentar al chico con la tarea. En lugar de llevar al perro pues, sería mejor que cortara leña o leyera la Santa Escritura… Y criaron perros también… ¡ni entrar ni pasar! No tenía que haberme sentado después de la cena… Cenar e irme…"
-“A él le duele y le da risa, y la madre lo amenaza… y la madre lo amenaza por la ventana…”
-"Amenaza, amenaza… Te da pereza salir al patio y castigarlo… ¡Si le alzaras la pelliza y chic-chic!, ¡chic-chic! Eso es mejor que amenazar con el dedo… Si no, mira, va a salir un borracho de él…" ¿Quién compuso eso? –preguntó en voz alta Práchkin.
-Púshkin, papásha.
-¿Púshkin? ¡Hum!.. Debe ser algún excéntrico. Escriben, escriben, ¿y qué escriben?, ellos mismos no lo entienden. ¡Sólo por escribir!
-¡Papásha, el mujík trajo harina! –gritó Vánia.
-¡Tómala!
Pero la harina tampoco contentó a Práchkin. Mientras más se consolaba, más sensible se le hacía la pérdida. Le daban tanta lástima los ocho rublos, tanta lástima, como si en realidad hubiera perdido ocho mil. Cuando Vánia terminó la lección y se calló, Práchkin se paró junto a la ventana y, añorando, clavó su vista triste en los montones de nieve… Pero la vista de los montones de nieve sólo revivió la herida de su corazón. Le recordó la ida de ayer a la casa del jefe militar. Le hirvió la bilis, se le cayó el alma… La necesidad de descargar su pena en algo, alcanzó un límite que no admitía demoras. No lo soportó…
-¡Vánia! –gritó. -¡Ven, te voy a zurrar por que rompiste un cristal ayer!
Título original: Ne v duje, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 52, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Franz von Defregger, Juego de cartas, 1910.
-“Es invierno… El campesino triunfante…” –aprendía de memoria de modo monótono, en la habitación contigua, el hijo del inspector, Vánia. –“El campesino triunfante… emprende el camino…”
-"Y desquitarse se puede…" ¿Qué es eso de 'triunfante' ahí?"
-“El campesino triunfante emprende el camino… emprende…”
-“Triunfante… -continuaba cavilando Práchkin. –Si le pegaran unos diez de los calientes, pues no triunfaría mucho. En lugar de triunfar, sería mejor que pagara el tributo puntualmente… ¡Ocho rublos, qué importancia! No son ocho mil, siempre se puede desquitarse…"
-“Su caballo, olfateando la nieve… olfateando la nieve, se arrastra al trote de algún modo…”
-"¡Todavía va a arrancar al galope! ¡Un trotador apareció, dime por bondad! El penco es un penco… Un mujík irracional, le gustaría estar borracho, va a arrear al caballo, y después, cuando se caiga en un hueco o un abismo, entonces batalla con él…¡Galópame a mí, y te voy a recetar un aguarrás, que en cinco años no te vas a olvidar!.. ¿Y para qué, éste, salí con la chiquita? Si hubiera salido con el as de trébol, no estaría sin los dos…"
-“Reventando las bridas velludas, vuela el carro osado… reventando las bridas velludas…”
-"Reventando… Reventando las bridas… las bridas… ¡Dice pues cada cosa! ¡Permiten pues escribir, perdona señor! ¡Y el diez, en esencia, lo hizo todo! ¡Lo trajeron los diablos pues, no en tiempo!"
-“Aquí corre un chico de la servidumbre… un chico de la servidumbre, sentando a Zhúchka en el trineo… sentando…”
-"Por lo tanto se hartó, si corre y hace travesuras… Y los padres no tienen eso en la mente, de sentar al chico con la tarea. En lugar de llevar al perro pues, sería mejor que cortara leña o leyera la Santa Escritura… Y criaron perros también… ¡ni entrar ni pasar! No tenía que haberme sentado después de la cena… Cenar e irme…"
-“A él le duele y le da risa, y la madre lo amenaza… y la madre lo amenaza por la ventana…”
-"Amenaza, amenaza… Te da pereza salir al patio y castigarlo… ¡Si le alzaras la pelliza y chic-chic!, ¡chic-chic! Eso es mejor que amenazar con el dedo… Si no, mira, va a salir un borracho de él…" ¿Quién compuso eso? –preguntó en voz alta Práchkin.
-Púshkin, papásha.
-¿Púshkin? ¡Hum!.. Debe ser algún excéntrico. Escriben, escriben, ¿y qué escriben?, ellos mismos no lo entienden. ¡Sólo por escribir!
-¡Papásha, el mujík trajo harina! –gritó Vánia.
-¡Tómala!
Pero la harina tampoco contentó a Práchkin. Mientras más se consolaba, más sensible se le hacía la pérdida. Le daban tanta lástima los ocho rublos, tanta lástima, como si en realidad hubiera perdido ocho mil. Cuando Vánia terminó la lección y se calló, Práchkin se paró junto a la ventana y, añorando, clavó su vista triste en los montones de nieve… Pero la vista de los montones de nieve sólo revivió la herida de su corazón. Le recordó la ida de ayer a la casa del jefe militar. Le hirvió la bilis, se le cayó el alma… La necesidad de descargar su pena en algo, alcanzó un límite que no admitía demoras. No lo soportó…
-¡Vánia! –gritó. -¡Ven, te voy a zurrar por que rompiste un cristal ayer!
Título original: Ne v duje, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1884, Nº 52, con la firma: "A. Chejonté".
Imagen: Franz von Defregger, Juego de cartas, 1910.