Era vísperas de pascua. Una hora antes de maitines vinieron por mí mis amigos. Estaban de frac y corbata blanca.
-Muy a propósito, señores –dije. –Me ayudarán a poner la mesa… Yo soy un hombre soltero, una sirvienta no me corresponde, y por eso… la ayuda amiga. ¡Plúmbov, vamos a correr la mesa!
Los amigos se movieron hacia la mesa, y en unos cinco minutos mi mesa constituía ya la escena más apetitosa. Jamón, embutidos, vodka, vino, aspic de cerdito… Tras poner la mesa, tomamos los cilindros: ¡es hora! Pero no hubo modo… Alguien llamó…
-¿Está en casa? –oímos la voz ronca de alguien. -¡Entra, Iliá, no temas!
Entró Prekrasnovkúsov. Tras éste caminaba con timidez un hombre pequeño, endeble. Ambos tenían bajo el brazo unas carteras…
-Tsss… -le dije a mis amigos. -¡Muérdanse la lengua!
-¡Recomiendo! –dijo Prekrasnovkúsov, señalando al hombre endeble. -¡Iliá Drobiskúlov! Hace unos días ingresó con nosotros, se incorporó a nuestro grupo… ¡Pero no te confundas, Iliúsha! ¡Es hora de acostumbrarse! Y nosotros, sabe, íbamos, íbamos, agarramos y pasamos. Deja, pienso, vamos a pasar, a cobrar los festivos, para no molestar mañana…
Yo les metí un azulito a cada uno. Drobiskúlov se confundió.
-Así –continuó Prekrasnovkúsov, mirándose el puño. -¿Ustedes ya se van? ¿Y no es temprano? Vamos pues a sentarnos un minuto… vamos a descansar. ¡Siéntate, Iliá, no temas! ¡Acostúmbrate! ¡El fiambre pues, cuánto fiambre! ¿Ah? ¡El fiambre pues! A mí el jamón me recuerda una anécdota…
Y Prekrasnovkúsov, devorando con los ojos mis fiambres, nos contó una anécdota obscena. Pasó un cuarto de hora. Para echar a la visita, yo envié a mi Andriúshka a la calle a gritar “auxilio”. Andriúshka salió y gritó unos cinco minutos, pero mi visita, ni fú-fá… Ni prestaba atención, como si el “auxilio” no fuera asunto suyo…
-¡Y hay que esperar mucho aún por la pascua! –dijo Prekrasnovkúsov. –Ahora aún es pecado, si no nosotros, Iliúsha, este… de a uno… ¿Y qué, señores, no nos dejan de a uno? ¡Pues es vodka de pascua! ¿Ah? ¡Vamos pues!
La idea le vino a mis amigos por el gusto. Se acercaron a la mesa, se sirvieron y bebieron. Picaron del arenque, y al jamón sólo lo miraron. Prekrasnovkúsov elogió el vodka y, deseando saber de qué fábrica era, se bebió otro. Iliúsha se confundió y deseó saber también… Bebieron, pero no supieron.
-¡Excelente vodka! –dijo Prekrasnovkúsov. –Mi tío tenía su fábrica de vino. Así pues él, el tío pues, tenía, así decir…
Y la visita nos contó cómo, con la objet1 del tío, tuvo una cita en el almiar. Mis amigos lo rodearon y le rogaron contar algo más… Bebieron otra vez. Drobiskúlov, con mucha destreza, agarró con la manga un pedacito de embutido, lo tomó con el pañuelo y, sonándose la nariz, de modo inadvertido, se lo puso en la boca. Prekrasnovkúsov se comió un pedazo del pastel de requesón.
-¡Y yo olvidé pues, que es de carne y de leche! –dijo, tragando. –Hay que beber…
Dicen que a medianoche llamaron a maitines, pero nosotros no oímos esa llamada. A medianoche nosotros andábamos alrededor de la mesa y nos preguntábamos: ¿qué más beber… así? Drobiskúlov estaba sentado en una esquina y, confundido, roía el aspic de cerdito. Prekrasnovkúsov golpeaba su cartera con el puño y decía:
-¡Ustedes no me quieren, y yo pues a ustedes… los quiero! ¡Palabra de honor, los quiero! Yo soy un ladrón de gallinas, un lobo, un halcón, un ave de rapiña, pero en mí hay, a pesar de todo, suficiente sentimiento e inteligencia para entender, que a mí no se me debe querer. Yo, por ejemplo, cobré pues los festivos… ¿Pues los cobré? Y mañana vendré y diré que no los cobré… ¿Acaso se me puede querer después de eso?
Drobiskúlov, tras terminar con el cerdito, venció su timidez y dijo:
-¿Y yo? A mí aún se me puede querer… Yo soy un hombre educado… Yo pues, no me dedico a mi asunto. ¡No es asunto mío esto! Yo, para esto, no tengo ninguna vocación… ¡Así sólo, pour manger2! Yo soy un... versificador… N-sí…En estado de ebriedad, compongo protocolos en verso. A mí lo público me gusta. No me gustan los periódicos, solamente, porque en éstos hay mucha parcialidad. Yo no aclararía ahí, quién es el conservador, quién es el liberal. ¡La imparcialidad es el primer asunto! El conservador emporcó, golpéalo por la jeta; el liberal ensució, pégale por el morro! ¡Pégale a todos! Mi sueño, editar un periódico. Je-je… Me sentaría en mi redacción, pondría una jeta y desellaría los sobrecitos. Y en los sobrecitos hay de todo… de todo… Je-je-je… Los desellaría, los leería y… ¡pum a él, al colaborador pues! ¿Acaso no es curioso?
A las tres, los visitantes tomaron sus carteras y se fueron a una taberna, a buscar pleitos. De mis fiambres quedaban sólo los cuchillos, los tenedores y dos cucharitas. Las restantes seis cucharitas habían desaparecido…
1Objet, objeto, amante.
2Pour manger, por comer.
Título original: Zakuska, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 17, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Viggo Johansen, Reunión de pintores, 1903.
-Muy a propósito, señores –dije. –Me ayudarán a poner la mesa… Yo soy un hombre soltero, una sirvienta no me corresponde, y por eso… la ayuda amiga. ¡Plúmbov, vamos a correr la mesa!
Los amigos se movieron hacia la mesa, y en unos cinco minutos mi mesa constituía ya la escena más apetitosa. Jamón, embutidos, vodka, vino, aspic de cerdito… Tras poner la mesa, tomamos los cilindros: ¡es hora! Pero no hubo modo… Alguien llamó…
-¿Está en casa? –oímos la voz ronca de alguien. -¡Entra, Iliá, no temas!
Entró Prekrasnovkúsov. Tras éste caminaba con timidez un hombre pequeño, endeble. Ambos tenían bajo el brazo unas carteras…
-Tsss… -le dije a mis amigos. -¡Muérdanse la lengua!
-¡Recomiendo! –dijo Prekrasnovkúsov, señalando al hombre endeble. -¡Iliá Drobiskúlov! Hace unos días ingresó con nosotros, se incorporó a nuestro grupo… ¡Pero no te confundas, Iliúsha! ¡Es hora de acostumbrarse! Y nosotros, sabe, íbamos, íbamos, agarramos y pasamos. Deja, pienso, vamos a pasar, a cobrar los festivos, para no molestar mañana…
Yo les metí un azulito a cada uno. Drobiskúlov se confundió.
-Así –continuó Prekrasnovkúsov, mirándose el puño. -¿Ustedes ya se van? ¿Y no es temprano? Vamos pues a sentarnos un minuto… vamos a descansar. ¡Siéntate, Iliá, no temas! ¡Acostúmbrate! ¡El fiambre pues, cuánto fiambre! ¿Ah? ¡El fiambre pues! A mí el jamón me recuerda una anécdota…
Y Prekrasnovkúsov, devorando con los ojos mis fiambres, nos contó una anécdota obscena. Pasó un cuarto de hora. Para echar a la visita, yo envié a mi Andriúshka a la calle a gritar “auxilio”. Andriúshka salió y gritó unos cinco minutos, pero mi visita, ni fú-fá… Ni prestaba atención, como si el “auxilio” no fuera asunto suyo…
-¡Y hay que esperar mucho aún por la pascua! –dijo Prekrasnovkúsov. –Ahora aún es pecado, si no nosotros, Iliúsha, este… de a uno… ¿Y qué, señores, no nos dejan de a uno? ¡Pues es vodka de pascua! ¿Ah? ¡Vamos pues!
La idea le vino a mis amigos por el gusto. Se acercaron a la mesa, se sirvieron y bebieron. Picaron del arenque, y al jamón sólo lo miraron. Prekrasnovkúsov elogió el vodka y, deseando saber de qué fábrica era, se bebió otro. Iliúsha se confundió y deseó saber también… Bebieron, pero no supieron.
-¡Excelente vodka! –dijo Prekrasnovkúsov. –Mi tío tenía su fábrica de vino. Así pues él, el tío pues, tenía, así decir…
Y la visita nos contó cómo, con la objet1 del tío, tuvo una cita en el almiar. Mis amigos lo rodearon y le rogaron contar algo más… Bebieron otra vez. Drobiskúlov, con mucha destreza, agarró con la manga un pedacito de embutido, lo tomó con el pañuelo y, sonándose la nariz, de modo inadvertido, se lo puso en la boca. Prekrasnovkúsov se comió un pedazo del pastel de requesón.
-¡Y yo olvidé pues, que es de carne y de leche! –dijo, tragando. –Hay que beber…
Dicen que a medianoche llamaron a maitines, pero nosotros no oímos esa llamada. A medianoche nosotros andábamos alrededor de la mesa y nos preguntábamos: ¿qué más beber… así? Drobiskúlov estaba sentado en una esquina y, confundido, roía el aspic de cerdito. Prekrasnovkúsov golpeaba su cartera con el puño y decía:
-¡Ustedes no me quieren, y yo pues a ustedes… los quiero! ¡Palabra de honor, los quiero! Yo soy un ladrón de gallinas, un lobo, un halcón, un ave de rapiña, pero en mí hay, a pesar de todo, suficiente sentimiento e inteligencia para entender, que a mí no se me debe querer. Yo, por ejemplo, cobré pues los festivos… ¿Pues los cobré? Y mañana vendré y diré que no los cobré… ¿Acaso se me puede querer después de eso?
Drobiskúlov, tras terminar con el cerdito, venció su timidez y dijo:
-¿Y yo? A mí aún se me puede querer… Yo soy un hombre educado… Yo pues, no me dedico a mi asunto. ¡No es asunto mío esto! Yo, para esto, no tengo ninguna vocación… ¡Así sólo, pour manger2! Yo soy un... versificador… N-sí…En estado de ebriedad, compongo protocolos en verso. A mí lo público me gusta. No me gustan los periódicos, solamente, porque en éstos hay mucha parcialidad. Yo no aclararía ahí, quién es el conservador, quién es el liberal. ¡La imparcialidad es el primer asunto! El conservador emporcó, golpéalo por la jeta; el liberal ensució, pégale por el morro! ¡Pégale a todos! Mi sueño, editar un periódico. Je-je… Me sentaría en mi redacción, pondría una jeta y desellaría los sobrecitos. Y en los sobrecitos hay de todo… de todo… Je-je-je… Los desellaría, los leería y… ¡pum a él, al colaborador pues! ¿Acaso no es curioso?
A las tres, los visitantes tomaron sus carteras y se fueron a una taberna, a buscar pleitos. De mis fiambres quedaban sólo los cuchillos, los tenedores y dos cucharitas. Las restantes seis cucharitas habían desaparecido…
1Objet, objeto, amante.
2Pour manger, por comer.
Título original: Zakuska, publicado por primera vez en la revista Oskolki, 1883, Nº 17, con la firma: “El hombre sin bazo”.
Imagen: Viggo Johansen, Reunión de pintores, 1903.