miércoles, 6 de mayo de 2009

Chejov a A.S. Suvórin


Miélijovo, 22 de octubre de 1896.

En su última carta (del 18 de oct.) usted me llama mujercita tres veces, y dice que yo me acobardé. ¿Para qué esa difamación? Después del espectáculo, yo cené donde Románov1 haciendo los honores, luego me acosté a dormir, dormí profundamente, y al otro día me fui a casa, sin haber emitido ni un sonido quejoso. Si me hubiera acobardado, pues hubiera corrido por las redacciones, hacia los actores, hubiera pedido indulgencia con nerviosismo, hubiera insertado correcciones inútiles con nerviosismo, y hubiera vivido en Petersburgo unas dos-tres semanas, yendo a mi Gaviota, inquietándome, cubriéndome de sudor frío, quejándome... Cuando estuvo conmigo por la noche, después del espectáculo, pues usted mismo dijo, que para mí lo mejor de todo era irme; y al otro día por la mañana yo recibí una carta suya, en la que usted se despedía de mí. ¿Dónde está pues la cobardía? Yo procedí tan juciosa y fríamente, como un hombre que hizo una propuesta, recibió un rechazo y a quien no le queda nada más que irse. Sí, mi amor propio fue herido, pero es que eso no cayó del cielo; yo esperaba el fracaso y ya estaba preparado para éste, sobre lo que le advertí con toda franqueza2.
En mi casa tomé aceite de ricino, me lavé con agua fría, y ahora siquiera escribe una pieza nueva. Ya no siento fatiga ni irritación, y no temo que vengan a verme Davídov3 y Jean4 para hablar de la pieza. Con sus correcciones estoy de acuerdo, y le agradezco 1000 veces5. Sólo que, por favor, no lamente que no estuvo en los ensayos. Pues, en esencia, sólo hubo un ensayo, en el que no se podía entender nada; a través de la actuación repulsiva no se veía la pieza en absoluto.
Recibí un telegrama de Potápienko6: un éxito colosal. Recibí una carta de la desconocida para mí Vieselítskaya (Mikúlish), que expresa su pésame en tal tono, como si alguien de mi familia hubiera muerto, eso es ya impropio por completo. Y por lo demás, todo esto son tonterías.
Mi hermana está encantada con usted y con Anna Ivánovna7, y a mí me alegra eso indeciblemente, pues yo quiero a su familia como a la mía. Ella se apresuró de Petersburgo a casa, probablemente pensaba que yo me colgaría.
Aquí tenemos un tiempo cálido, pútrido, muchos enfermos. Ayer, a un mujík rico se le obstruyó el intestino con excremento, y le pusimos unos lavados inmensos. Sobrevivió. Perdone, me llevé de su casa El heraldo de Europa8 con intención, y la Antología de T. Filíppov9 sin intención. El primero se lo regreso, el segundo se lo regreso tras la lectura.
El asunto que se llevó Stajóvich10 envíemelo por paquete, y al instante se lo devuelvo. Otro ruego: recuérdele a Alexéi Alexéevich11 que me prometió Toda Rusia.
Le deseo toda clase de bienes, terrenales y celestiales, y le agradezco con toda el alma.

Suyo, A. Chejov.

1Leóntii Románov, dueño de una taberna de San Petersburgo.
2En sus Memorias, Alexéi Suvórin escribe sobre el estreno de La Gaviota: “Cuando, después de los dos primeros actos de La Gaviota, A.P. vio que la pieza no tenía éxito, huyó del teatro y deambuló por Petersburgo, se desconoce por dónde. Su hermana y todos sus conocidos no sabían qué pensar, y mandaron a todas partes, donde suponían que lo podrían encontrar. Regresó a las tres de la madrugada. Cuando yo entré a su habitación, me dijo con una voz severa: ‘Llámeme con la última palabra (pronunció esa palabra), si alguna vez escribo otra pieza’. Al otro día se fue a Moscú temprano en la mañana, en cierto tren de pasajeros o comercial. Después se justificaba diciendo que él pensó, que eso fue un fracaso de su persona, y no de la pieza, y nombraba a ciertos literatos célebres de Petersburgo, que al parecer hablaron con él en el entreacto con altanería, viendo que su pieza se hundía. A la presentación de sus piezas siguientes casi no asistió” (Ibid., pag. 424-425).
3
Vsievolód Davídov, redactor de la revista El espectador.
4Iván Leóntiev (de seudónimo “Jean Scheglóv”), escritor y dramaturgo, capitán de artillería, autor de cuentos sobre la vida militar.
5En una carta suya, Alexéi Suvórin aconseja a Chejov hacerle pequeñas correcciones a la pieza.
6Ignátii Potápienko, escritor, amigo de Chejov, visitante frecuente de Miélijovo.
7Anna Suvórina, esposa de Alexéi Suvórin.
8El heraldo de Europa, revista liberal de San Petersburgo, con artículos de temática histórica y política.
9Tiértii Filíppov, inspector estatal, escritor.
10Alexéi Stajóvich, coronel, socio, depositante del Teatro Artístico de Moscú. No se sabe a qué asunto se refiere Chejov.
11Alexéi Alexéevich Suvórin, periodista, redactor del periódico Tiempo nuevo, hijo de Alexéi Suvórin.

Imagen: A. Semionov, A Winter in the Old Ladoga, 1969.