martes, 5 de mayo de 2009

Chejov a A.I. Suvórina


Miélijovo, 19 de octubre de 1896.

Gentil Anna Ivánovna1, me fui sin despedirme. ¿Está enojada? El asunto está, en que después del espectáculo mis amigos estaban muy inquietos; alguien, a las dos de la madrugada, me buscó en el apartamento de los Potápienko2; me buscaron en la estación Nikoláevskii3, y al otro día empezaron a venir a mi casa desde las nueve de la mañana, y yo a cada instante esperaba que viniera Davídov4, con sus consejos y su expresión de compasión. Eso es conmovedor, pero es insoportable. Y además pues, yo de antemano tenía decidido que me iría al otro día, con independencia del éxito o el fracaso. El ruido de la gloria me aturde, y yo, después de Ivánov, me fui al otro día5. En una palabra, tenía una invencible inclinación a la huida, e ir abajo, para despedirme de usted, hubiera sido imposible sin sucumbir al encanto de su cordialidad y sin quedarme.
Le beso la mano fuertemente, con la esperanza del perdón. ¡Recuerde su divisa6!
A todos los reverencio profundamente. Vendré en noviembre.

Todo suyo, A. Chejov.

1Anna Suvórina, esposa de Alexéi Suvórin.
2Ignátii Potápienko, escritor, amigo de Chejov, visitante frecuente de Miélijovo.
3En su Diario, Alexéi Suvórin escribe el 17 de octubre de 1896: “Hoy fue La Gaviota en el teatro Alexandrínskii. La pieza no tuvo éxito. El público estuvo desatento, no oyente, conversador, aburrido. Yo hace tiempo que no veía una presentación así. Chejov estaba abrumado. A la una de la madrugada, vino a vernos su hermana, preguntó dónde estaba él. Estaba inquieta. Mandamos al teatro, a donde Potápienko, a donde Lievkéeva (en su casa se reunían los artistas para una cena). No estaba en ningún lugar. Vino a las dos de la madrugada. Fui a verlo, le pregunté:
-¿Dónde estuvo?
-Anduve por las calles, me senté. No podía yo pues, escupir a esta presentación. Si yo vivo aún setecientos años, pues aún entonces, no le daré ni una pieza al teatro. Basta. En esa esfera no tengo suerte.
Se quiere ir mañana a las tres. “Por favor, no me retenga. Yo no puedo escuchar todas esas pláticas” (Ibid., pag. 571-572).
En su biografía Antón Chejov: una vida, Donald Rayfield refiere: “Antón, sin sacar la cabeza de debajo de la cobija, cambió con Suvórin varias frases. Suvórin quería prender la luz, pero Antón lo detuvo: ‘¡Le suplico, no la prenda! Yo no quiero ver a nadie, y sólo le diré una cosa: que me llamen (él dijo entonces la palabra grosera), si yo alguna vez escribo algo más. -¿Dónde estuvo? -Anduve por las calles, me senté. No podía yo pues, escupir a esta presentación. Si yo vivo aún setecientos años, pues aún entonces, no le daré ni una pieza al teatro’. Antón afirmó que dejaría Petersburgo con el mismo primer tren. ‘Por favor, no me retenga’. Suvórin le dijo que la pieza tenía defectos, y después anotó en su diario: ‘Chejov tiene mucho amor propio, y cuando yo le decía mis impresiones, las escuchaba con impaciencia. No pudo sufrir ese fracaso sin una profunda inquietud. Lamento mucho que yo no fui a los ensayos" (pag. 522).
En sus Memorias, Yevtíjii Kárpov, director de La Gaviota, escribe: "Y hasta el día de hoy yo no puedo recordar sin inquietud, esa noche memorable de la primera presentación de La Gaviota. Veo el rostro pálido de Chejov, con una sonrisa extraviada, helada; oigo la voz opaca, ronca con que pronunció la frase: 'El autor fracasó'. Al otro día, por la mañana, vino a verme al teatro Suvórin, desolado, afligido por Chejov hasta la afección" (Ibid., pag. 402-403).
4Vsievolód Davídov, redactor de la revista El espectador.
5La primera función de Ivánov, en el teatro Alexandrínskii, de San Petersburgo, el 31 de enero de 1889, tiene gran éxito.
6Comprendre-pardonner, divisa del papel de correo, en el que Anna Suvórina escribe sus cartas.

Imagen: Alexander Matrehin, The Optino Hermitage, 2006.