El jueves 17 de octubre de 1896, en el teatro Alexandrínskii de Petersburgo, debía tener lugar el estreno de La Gaviota, la nueva pieza de Antón Pávlovich. Por supuesto, yo quería mucho estar en el teatro en el primer espectáculo, y cuando mi hermano se fue a Petersburgo en los primeros días de octubre, acordamos que él me enviaría dinero, y que yo iría a Petersburgo el día del espectáculo.
Pero el 12 de octubre me escribió de pronto, desde Petersburgo, que no me aconsejaba ir: “…La Gaviota va de modo no interesante. Petersburgo está aburrido, la temporada empezará sólo en noviembre. Todos son perversos, mezquinos, falsos… El espectáculo va a pasar no de forma ruidosa, sino apagada. En general, un estado de ánimo no bueno”. Esa carta, no obstante, no enfrió mi deseo de ir a Petersburgo, al contrario, quise de inmediato estar cerca de mi hermano en ese momento. El 16 de octubre salí desde Moscú hacia Petersburgo en el tren de la noche.
En la mañana del 17 de octubre Antón Pávlovich, tétrico y huraño, me recibió en la estación de Moscú. Yendo por el perron1, tosiendo, me decía:-Los actores no se saben los papeles… No entienden nada. Actúan de modo horrible. Sólo Komissárzhevskaya2 está bien. La pieza va a fracasar. Viniste en vano.
Yo le eché una mirada a mi hermano. En ese momento, recuerdo, salió el sol, y el otoño grisáceo, lóbrego de Petersburgo, de golpe, se tornó suave, afectuoso, todo sonrió de forma primaveral. Yo exclamé:
-¡No importa, Antósha, todo va a estar bien! Mira qué tiempo maravilloso, el sol brilla. Deja tus malas ideas.
No sé si, acaso, el cambio de tiempo influyó en él, o si fue mi tono optimista, pero ya no habló más de los actores y la pieza, y me informó de modo bromista:
-Yo, en el palco, te armé toda una exposición. Van a estar todas las bellas. Y a Líka3 pues, es posible, le va a ser desagradable. En el teatro va a estar Ignátii4, y con María Andréevna5. A Líka, de esa señora, le puede tocar, y además, a ella misma apenas le sea agradable ese encuentro.
Lídia Stájievna Mizínova había llegado a Petersburgo un día antes. Tenía sus razones para estar inquieta con motivo de la primera puesta de La Gaviota. Habían pasado sólo, cerca de dos años, desde que ella había sufrido su romance fallido con Ignátii Nikoláevich Potápienko. Ahora le esperaba, en presencia del mismo Potápienko y de su mujer en el teatro, ver una pieza en la que Antón Pávlovich, en cierto grado, había reflejado su romance. Y por supuesto, el espectáculo inquietaba a Líka.
Yo me alojé con Líka en un número, en el hotel Angleterre, en la plaza Isaákievskii. Antón Pávlovich vivía, como de costumbre durante sus venidas a Petersburgo, en su apartamento “personal”, donde Suvórin6, en el callejón Ertiélevii, donde siempre disponía de dos habitaciones.
El día antes del espectáculo Líka y yo paseamos por Petersburgo. A Antón Pávlovich no lo molestamos, sabiendo que estaría ocupado en el teatro hasta la misma noche. Y por la mañana, aún en la estación, él me había dicho que lo esperáramos en nuestro hotel, que vendría después del espectáculo e iríamos a cenar juntos.
1Perron, escalinata, escalera de entrada.
2Viéra Komissárzhevskaya, actriz del Teatro Alexandrínskii, de San Petersburgo.
3Lidia Mizínova (“Lika”), amiga íntima de la familia Chejov, maestra del gimnasio de L.F. Rzhévskaya.
4Ignátii Potápienko, escritor, amigo de Chejov, visitante frecuente de Miélijovo.
5María Andréevna Potápienko, esposa de Ignátii Potápienko.
6Alexéi Suvórin, escritor, dramaturgo, periodista, autor de artículos políticos, dueño del periódico Tiempo nuevo y de la editorial Suvórin.
Continuará...
Imagen: Alexéi Shaláev, La plaza Trúbnaya, 2008.