miércoles, 2 de julio de 2008

Antón Chejov, por Maxím Górkii


En una de sus cartas al viejo A.S. Suvórin1, Chejov decía: "No hay nada más aburrido y no poético, así decir, que la prosaica lucha por la existencia, que te quita la alegría de vivir y te empuja a la apatía".
En esas palabras se expresa un estado de ánimo muy ruso, en general, según mi visión, no propio de A.P. En Rusia, donde hay mucho de todo, pero no hay en los hombres amor al trabajo, la mayoría piensa así. El ruso admira la energía, pero no cree mucho en ésta. Un escritor de espíritu activo, Jack London por ejemplo, es imposible en Rusia. Aunque los libros de London se leen aquí con gusto, yo no veo que éstos susciten la voluntad del hombre ruso hacia la actividad, sino sólo excitan su imaginación. Pero Chejov no era muy ruso en ese sentido. Para él, ya en su juventud, "la lucha por la existencia" se desplegó en la forma poco atractiva e incolora, de los pequeños cuidados cotidianos por el pedazo de pan no sólo para él, sino por el gran pedazo de pan. A esos cuidados, carentes de alegrías, les dio toda la fuerza de su juventud, y hay que asombrarse de cómo pudo conservar su humor. Él veía la vida sólo, como la aburrida aspiración de los hombres a la saciedad, al sosiego, sus grandes dramas y tragedias estaban ocultos para él bajo la gruesa capa de lo cotidiano. Y sólo al librarse un poco del cuidado de ver a su alrededor a esos hombres saciados, miró atentamente la esencia de esos dramas.
Yo no he conocido a un hombre, que sintiera el significado del trabajo cómo cimiento de la cultura, de un modo tan profundo y multilateral como A.P. Eso lo expresaba en todas las pequeñeces de su uso doméstico, en la elección de las cosas y en ese amor generoso por las cosas que, excluyendo por completo la intención de acumularlas, no se cansaba de admirarlas como un producto de la creación del espíritu humano. Le gustaba construir, cultivar los jardines, adornar la tierra, sentía la poesía del trabajo.
¡Con qué cuidado conmovedor observaba cómo crecían en su jardín los árboles frutales y los arbustos decorativos, plantados por él! Estando en gestiones para construir su casa de Aútka, me decía:
-Si cada hombre hiciera en su pedazo de tierra todo lo que pudiera, ¡qué hermosa sería nuestra tierra!
Pensando en escribir la pieza Váska Busláyev, yo le leí el monólogo jactancioso de Váska:

¡Eh, si me dieran más fuerzas!
Soplaría yo caliente, derretiría la nieve,
Iría en torno de la tierra y la labraría toda,
¡Andaría un siglo, fundaría ciudades,
Construiría iglesias y plantaría jardines!
Adornaría la tierra como a una muchacha,
La abrazaría como a mi novia,
Levantaría la tierra hasta mi pecho,
La levantaría, se la llevaría al Señor:
-¡Mira tú pues, Señor, cómo es la tierra,
Cuánto la ha adornado Váska!
¡Tú pues, como una piedra, la lanzaste al cielo,

Yo pues la hice una esmeralda preciosa!
¡Mira tú pues, Señor, alégrate,
De cuán verde arde al sol!
Yo te la daría de regalo,
Pero me saldría muy caro, ¡yo mismo la quiero!

A Chejov le gustó el monólogo, tras toser emocionado, nos dijo a mí y al doctor A.N. Aliéxin2:
-Está bien... ¡Muy auténtico, humano! Precisamente, en eso está el "sentido de toda la filosofía". El hombre hizo la tierra habitable, y la hará acogedora para él-. Asintiendo con la cabeza con terquedad, repitió3: -¡La hará!
Me invitó a leerle la alabanza a Váska de nuevo, la escuchó mirando por la ventana, y me aconsejó:
-Las dos últimas líneas no hacen falta, son una travesura. Sobran...

1Alexéi Suvórin, escritor, dramaturgo, periodista, autor de artículos políticos, dueño del periódico Tiempo nuevo y de la editorial Suvórin.
2Alexánder Aliéxin, médico de Yalta.
3Chejov “tose emocionado”, “asiente con la cabeza con terquedad", "escucha mirando por la ventana”, al parecer, intenta disimular que no le gustan mucho esos versos de Maxím Górkii (N. del T.).

Continuará…

Imagen: Valentin Serov, Portrait of the Writer Maxim Gorky, 1905.